miércoles, 24 de octubre de 2012

El antireferencista

El trabajo práctico número uno de la materia este año consistió en ir a hacer consultas en bibliotecas (cualquiera), como usuario, para ver si efectivamente los servicios de referencia que tan idealmente se explican en los libros de la bibliografía se asemejan a la realidad. Por otro lado es bueno aprender de los buenos referencistas y conocer los malos para no convertirnos en ellos.
Este es el triste caso de las alumnas Vera, María Belén y Martínez, Paula Muriel.

"Entrevista de referencia:
Fue sorpresiva la respuesta que obtuvimos luego de asistir a la Biblioteca Pública Miguel Cané, situada en la calle Av. Carlos Calvo 4319.Arrivamos a ella alrededor de las 16 hs. Fuimos atendidas por una señorita ubicada en el primer mostrador, contando desde la puerta, justo al lado de un enorme fichero, antiguo, de hermosa madera oscura, con un cartel que decía “catálogo”. Inmediatamente, cuando nos acercamos a hacerle la primera pregunta, y luego de pronunciar las primeras palabras (sin llegar al fin de las mismas), la señorita se levantó saliendo del escritorio, con la clara intensión de interceptar a un señor con “las nieves del tiempo plateando su sien”. Rato más tarde sabríamos que era el Sr. Osvaldo. Pero de nada nos serviría
esa información.
Al chocarse la señorita con el hombre de cabello blanco, quien por su parte hizo un leve intento por
esquivarla, mostrando un claro apuro, le informó: “Estas chicas quieren hacerte unas preguntas, Osvaldo… algo de colegios… yo no sé”. Era claro que no lo sabía, no por dudar de sus conocimientos o su bagaje cultural, sino, sencillamente, porque no nos dio tiempo ni a poder explicarle del todo bien cuál era nuestra inquietud.
Teniendo en cuenta este antecedente suscitado micro milésimas de segundos atrás, lo primero que
hicimos, fue tratar de ser claras con nuestra inquietud: “Somos estudiantes de bibliotecología, del instituto de acá, de Alberdi, y necesitamos hacerle unas consultas”. Casi tratando de escaparse, y con su intensión corporal absolutamente dirigida hacia la puerta de salida, un poco a desgano, esbozó:
- A ver…
- Necesitamos saber cuántos colegios hay en Boedo
- ¡Ah, no, no! Eso no puedo responderles, porque yo ya me estoy yendo – acompañando su descargo con una lenta y sutil caminata hacia la puerta de salida. – Yo ya tendría que haberme ido. Ya vinieron otros compañeros de ustedes, y quieren que les saque los libros, sacarles fotos…
Amablemente, tratamos de negociar, pidiéndole que “por lo menos” nos diga qué tipo de material o
de obra utilizaría para buscar nuestras consultas, que podíamos obviar el tema de las fotografías por esta vez….
- No, no, no chicas, vuelvan otro día, más temprano, yo ya me fui – proponía el tal Osvaldo, pese a
que le insistiéramos, mientras nos invitaba corporalmente a emprender la retirada, en que era lo
más temprano que podíamos acudir al local (que, cabe aclarar, cierra a las 18 hs., dos horas más
tarde de nuestra visita).
Inconmovible, Osvaldo se negó a todo tipo de negociación, consulta o cualquier palabra que lo
retuviera tan solo, un minuto más allí. Azoradas, frustradas, incrédulas y resignadas (con una leve sonrisa estampada, por el ridículo tenor de la entrevista) aceptamos la invitación, y con un cordial saludo nos marchamos mascullando palabras mudas, irrepetibles en el contexto de esta exposición."